Como en todos los mamíferos, la reproducción humana es sexual. Existen dos sexos diferenciados en la especie, y cada uno produce un tipo especial de células reproductivas llamados gametos; en el caso del varón son los espermatozoides y en la mujer los óvulos. Dichas células se generan en órganos que reciben el nombre de gónadas, testículos y ovarios, respectivamente. A partir de la pubertad se alcanza la madurez reproductiva, es decir que los individuos son capaces de tener decendencia.
Los primeros reportes del manejo de embriones datan de finales del siglo XIX. En 1890 Walter Heape un zoólogo e investigador británico, logró extraer algunos óvulos fertilizados de la trompa de falopio de una coneja mediante un lavado de la misma, y trasladar eso embriones a la trompa de falopio de otra coneja que no había tenido contacto con ningún macho. Posteriormente, esta última dio a luz a dos conejos sanos.
La posibilidad real de apreciar el fenómeno de la unión del óvulo y el espermatozoide fuera del organismo humano brinda la oportunidad de estudiarlo, de describir con detalle su mecanismo. Aquí aparecen los primeros problemas derivados de estructuras morales rígidas, como algunas vertientes católicas, que manifiestan una oposición política férrea en contra de cualquier método para lograr el embarazo que no sea el coito dentro del matrimonio, entre muchas otras.
