Hoy México vive una violencia sin límites. En las discusiones y análisis la vida no es el asunto central a tratar sino su estadística, lo mismo en los reportes que en los partes de guerra; que en las glosas de informes, que en discusiones bilaterales o ruedas de prensa en los medios electrónicos.
Por ello resulta asombrosamente secundario encontrara los lideres responsables y a los jefes culpables, ni tan siquiera señalarlos. ¿Denunciarlos? ¿Qué tan lejos puede llenar la denuncia al tribunal para que detengan la violencia que se deja afuera, entre los ciudadanos? Lo verdaderamente importante es no dudar de la memoria colectiva, no olvidar lo que cada ciudadano debe recordar, que es humanidad concreta, importante, irrepetible. El verdadero problema es que recordar para que sea un elección de civismo que no se olvide y sea ejemplar; si la tarea es empezar, tenemos un inventario de materiales didácticos terroríficos.
Para esta crisis no hay información confiable. Así se trate de la legitimidad del estado y con ella su viabilidad como tal, seguirá faltando un proyecto nacional guiado por la norma fundamental y no querer desprender de la constitución un país que se retoca todos los días para reconocerse frente a los ciudadanos. Una constitución que no limita el poder es incapaz de portador en sus derechos al ciudadano. Los estudios sobre la violencia y sus límites constitucionales serán fotografías instantáneas de la realidad del momento, mientras las fuentes de información y decisión no sean confiables.