¿Tiene remedio este país? Cada día se escuchan con más frecuencia voces desesperanzadas en ese sentido.
¿Cómo es que, en lugar de emprender la senda del desarrollo, venimos acumulando atraso, pobreza, marginación, lacerante desigualdad, corrupción, impunidad, inseguridad, delincuencia
? ¿Dónde está el origen, el nudo gordiano, de tanto desatino? Y lo más importante ¿somos un país irremediablemente condenado a la mediocridad y al fracaso?
¿Nuestra generación progresista, con todo y sus contribuciones democratizadoras y sus batallas por hacerse del poder, pasará como un eslabón estéril e irrelevante en la cadena sucesoria de nuestra historia?
La tensión entre la verdad racional y la verdad como justicia, que atraviesa la literatura y pensamiento social ruso de entre siglos, contiene en sí el problema de los ideales sociales: la relación contradictoria entre la realidad como es y cómo debería ser; entre la cruda realidad y su negación moral; entre lo que está determinado por la necesidad y la contingencia en una realidad histórica concreta y es negado por una proyección político-moral, como crítica, como intento por superarla, pero factible sólo a condición de que se sustente en las mismas condiciones que se niegan.
