En un mundo que a veces parece insostenible por las formas atroces en las que se ha posibilitado desdibujar la dignidad humana en las diversas experiencias de nuestras sociedades complejas, Federico Lefranc nos vuelve la mirada, a través de su provocador texto, a ese vínculo insustituible entre cada uno de nosotros y esa otredad que es siempre alguien con rostro, voz y vida.
Esta lectura se vuelve una necesaria experiencia que despertará nuestra conciencia a la compasión como expresión de redignificación de nuestra humanidad compartida, que solo adquiere sentido en el asumirnos en un permanente encuentro con alguien. En esta etapa, en la que existir ha significado sobrellevar una trágica pandemia, el investigador nos pide no olvidar las atrocidades cotidianas.
Al tratar de la vida cotidiana, la indagación se orienta hacia las experiencias aparentemente más sencillas. La propia vida de quien investiga no debe ser negada. Acompañar es el verbo que se ha descubierto. Hemos de acompañarnos para resistir el impacto de la inhumanidad creciente. La dignidad podrá concebirse entonces como una dignidad acompañada.