Resulta muy difícil discutir la importancia que los principios han adquirido para el derecho a partir de, por lo menos, la segunda mitad del siglo XX. Su importancia ha ido de la mano con la expansión de una forma de entender el liberalismo que resalta la importancia de la autonomía frente a los poderes públicos. Sin embargo, este desarrollo atado de liberalismo y principios parece haber agotado su primera etapa de despliegue y ahora los principios se han autonomizado de las demandas estrictamente liberales (en el sentido clásico) para convertirse en un tipo de norma que merece un análisis más teórico y menos político. Con ello, los principios han garantizado su acceso a los debates de la teoría del derecho, y, además, han garantizado su acceso a las discusiones más analíticas que se presentan en la filosofía y teoría general del derecho. En ese sentido, este trabajo puede ser leído con el trasfondo de la gran discusión entre la filosofía continental y la analítica.
En estricto, la presente investigación no propone dos soluciones, sino dos aristas o perspectivas de una misma solución. La diferencia estriba, sin embargo, en que la primera perspectiva o solución está construida como una respuesta al problema de la racionalidad, mientras que la segunda se conecta explícitamente con una teoría deliberativa de la democracia, y se interroga por la función política de los jueces en las democracias constitucionales modernas.