La globalización es el innegable marco de relaciones actual. A partir de aquí algunos han querido reducir los gobiernos contemporáneos a un rol colateral; pero en este texto es el punto de partida para repensar al Estado a fi n de enfrentar los enormes retos a escala global que tenemos delante. A fi n de cuentas, el Estado es la organización social por excelencia, y a lo largo de su vida siempre ha terminado por adaptarse a los vaivenes históricos.
A medida que el mundo se ha hecho más pequeño, los problemas se han hecho mayores. Sin embargo, también hemos empezado a ver soluciones a gran escala. ¿Es posible implantar un modelo de globalización más solidario?
La globalización y la muerte del Estado-nación ofrece un contraste entre los mitos tejidos alrededor de la fatalidad de este fenómeno. Para los autores, el Estado juega un papel clave en la organización del futuro.
Los Estados modernos parecen barridos por fuerzas incontrolables que regulan las vidas de sus habitantes. No hay frontera capaz de detenerlas. El ciudadano común las entiende como un sucedáneo de los horóscopos, tanto da si una desafortunda declaración devalúa la moneda como si la sequía de centroáfrica abarata los precios de la cebolla. A esto le han llamado "globalización", término cargado de pesimismo para la mayoría de los habitantes del planeta.
Es cierto que el papel de los Estados se ha reducido a actividades casi gerenciales, pero en los últimos años se ha reavivado la discusión sobre sus alcances, discusión que pocas veces omite diagnosticar la necesidad de transformación... ¿Hacia qué?
La globalización y la muerte del Estado-nación ofrece un contraste entre los mitos tejidos alrededor de fenómeno de dos cabezas pues no se cree del todo su fatalidad. Para los autores, el Estado deberá jugar un papel clave en el futuro.
