Se me ha concedido el honor de presentar esta obra colectiva, cuyos numerosos autores reconocen como ideario común el estar preocupados por el actual estado de cosas del Derecho Procesal Civil argentino, tan ortodoxo, tan apegado a lo clásico, tan incapaz de desprenderse -siquiera un poco- de lo que enseña tradicionalmente para comenzar a observar con ojos propios y nuevos lo que hoy nos duele, para así -sin preconceptos- procurar subsanar lo subsanable, mejorar lo mejorable y reemplazar lo reemplazable. Algo más identifica a los autores que firman los ensayos, monografias y colaboraciones que integran este volumen: con todos ellos me une un vinculo de conocimiento personal, afecto y, en varios casos, de agradecimiento que torna doblemente dificil la ya improba tarea de quien oficia de prologuista de las páginas posteriores. Por supuesto que no incurriré en la torpeza de defender aquí las bondades de la medida autosatisfactiva ni los aciertos que pudieran atribuirse a ésta o aquélla contribución realizada por los amigos que me acompañan. No es esa faena propia de un prologuista. En verdad, el cometido específico de éste es versátil, dependiendo en buena medida de las características de la obra correspondiente y del contexto en el que se la inserta.
Creo que el prefacio "Medida Autosatisfactiva" reclama sólo dos cosas: hablar algo acerca de la coyuntura en la que aparece a la luz editorial, y decir "dos palabras" respecto de la historia si es que asíse puede llamar del libro que hoy tiene en sus manos el lector. En cuanto a lo primero, debo señalar que cuando concluí mis iniciales y timidos estudios (circa 1995) sobre las "soluciones urgentes no cautelares" (si es que no se prefiere utilizar medida autosatisfactiva), temi llegar a ser objeto del mismo enjuiciamiento que mereciera el gran escritor cubano Guillermo Cabrera Infante cuando principió a cuestionar el régimen castrista. Dicho enjuiciamiento era el siguiente: "su error consistió en tener razón demasiado temprano". Pero -!oh sorpresa! tan pronto se publicaron esos esbozos primigenios, muchas fueron las adhesiones (doctrinales, jurisprudenciales y aun desde la vertiente legislativa) que generó la medida autosatisfactiva. Y esto me alegró sobremanera porque era emblemático. Algo estaba -y está- pasando. De lo contrario, no encontraría explicación la convocatoria suscitada por la recién llegada institución procesal. Tanto es asi que se me pasa por la mente comunicarle al lector mi sospecha acerca de si no sería aplicable a la situación descripta, más que la recordada crítica a las ideas de Cabrera Infante, la hermosa frase de Victor Hugo: "nada es tan poderoso como una idea cuyo momento ha llegado". En lo que atañe a la "historia" de esta obra, es preciso que destaque que la mayoría de los trabajos que la componen son colaboraciones de miembros del Ateneo de Estudios del Proceso Civil de Rosario (de ahí que el libro ostente el logo del Ateneo) que en 1997 decidiera adoptar a la medida autosatisfactiva como tema central de debate e investigación durante dicho año. A ello se sumaron generosas contribuciones de distinguidos autores provenientes de todo el país y también del exterior. Igualmente, corresponde destacar la hospitalidad brindada por la Editorial Rubinzal-Culzoni que tan pronto tomó conocimiento del entonces proyecto se ofreció a convertirlo en realidad tangible.
Que no queden dudas respecto de que con la medida autosatisfactiva no se pretende echar por la borda la teoría cautelar clásica, tan laboriosamente diseñada y tan eficiente en múltiples supuestos. Si, en cambio, se aspira a que "al lado" de lo precautorio se permita la coexistencia de soluciones urgentes que no son cautelares porque el campo de acción de lo "urgente" es mucho más vasto que el del cautelar. Una vez más enfatizo en que si bien todo lo cautelar es urgente no todo lo urgente es cautelar. El progreso juridico reconoce, por lo general, como antecedente la creación de nuevas herramientas. Le ofrezco al lector un nuevo útil: la medida autosatisfactiva. Tómelo o déjelo. Pero antes, le ruego que se informe sobre sus alcances y si es que se convence de sus excelencias, úsela en la seguridad de que se trata de un arma noble. Por lo menos, eso quisieron sus mentores.