Gabriel Ventura es uno de mis discípulos; un discípulo aventajado y, quizás, algo más que eso. Por ello, en momentos en que me solicita que prologue su tesis doctoral, me impulsa a reflexionar sobre algunos aspectos de esa relación tan especial que une a maestros y discípulos.
Por lo general quienes se ocupan de esta relación suelen poner el acento en la posición del maestro, que estimula a sus discípulos y les brinda conocimientos, sobre todo, una formación espiritual que los impulse permanentemente a volcar todos sus esfuerzos en la búsqueda de la verdad.
Autores como Gusdorf, que con tanto acierto han indagado en la función de los "maestros" (ver ¿Para qué los profesores?, traducción al castellano, ed. Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1969), ponen el acento en la relación de dependencia en que se encuentran los discípulos con respecto a sus maestros (ver capítulo IV, obra citada), relación en la cual pareciera que la función principal, casi diríamos la única, la desempeña el maestro, que superando la condición de "mero enseñante", no se limita a transmitir conocimientos a los alumnos, sino que moldea su espíritu y su carácter.
Es cierto que advierte que los "maestros" son herederos de los padres, que son quienes comienzan la labor formativa. En realidad el primer magisterio se encuentra en el seno de la familia, cuando los padres no se limitan a engendrar hijos, sino que vuelcan sus esfuerzos en darles una formación espiritual y ética que les permita enfrentar los desafíos de la vida.
Pero no suele indagarse en la "función del discípulo", y en cuánto contribuye su actuar para que pueda existir un verdadero magisterio. Así como "no hay padres sin hijos", tampoco hay maestros sin discípulos. Feliz del discípulo que encuentra un maestro, pero más feliz todavía el maestro que encuentra un discípulo, es decir, alguien que no se conforme con la recepción de enseñanza, sino que esté dispuesto a recibir la lección de vida que puede inculcarle el maestro.
Ya hace tiempo advertimos que la relación entre maestro y discípulo "es un camino de doble vía", donde el maestro no solamente da, sino que también reci-