Desde el punto de vista oculto, la magnitud psico-cerebral del tiempo, de la duración fragmentada y episódica, es una mera ilusión de los sentidos, originada en una dramática reducción del ritmo cósmico del Evo o duración inmutable, calibrada e interpretada, parcelada y acotada a los efectos de vehiculizar la percepción y comprensión por parte del hombre interno encapsulado en tales sensores preconscientes del orden supremo y de sus manifestaciones: los ciclos naturales y los movimientos siderales y subatómicos de rotación y traslación en torno a uno o más núcleos sol, luna, tal cual los sentidos humanos son capaces de registrar y traducir.
El seccionamiento del cerebro en distintas partes o regiones y en dos hemisferios, canalizando el pensamiento material, ofrece una vislumbre, una cruda materialización de la fragmentación y división de manas en dos aspectos principales y en una multitud de yoes subsidiarios en el campo de la sección de aquel principio director, conocida como el yo material, fragmento inclinado pluralmente hacia lo mundano. Esta complejidad conformadora explica la emocional, diversa y aleatoria vivencia del tiempo cronológico, en tanto tiempo psicológico, de la cual todos los seres humanos más o menos atentos y observadores pueden dar cuenta.
