Escribir poesía es desnudar el alma, vestir
el cuerpo desierto con metáforas ardientes que
encienden los sentimientos ahogados en el pozo de
los sueños, que se entrelazan en un suspiro de la
noche como un lenguaje sin palabras, sin sonidos
y sin eco, solitario, inventado en el aroma de la piel
que une la palabra y el deseo de los bosques infinitos
de las quimeras, donde las formas desnudas de los
cuerpos se abrazan en eternos instantes para vivir
en el corazón de la historia del amor.
En el erotismo se enlazan los cuerpos, así como
las letras se unen para ser un verso; las palabras
se comunican corporalmente como los cuerpos
envueltos en deseos; por eso los besos, las caricias,
los abrazos y la comunión de los cuerpos, se reflejan
en el poemario de Luz Elida Vera Hernández, titulado
Piel y Aroma, cuando dice: Desde aquel beso, / beso
ingenuo, / beso de amor, / beso de recelo y locura, /
fluyo en el aire/, /que lleva tu aroma/.