En nuestra historia occidental el hecho de mayor jerarquía ha sido la perennidad de la Iglesia cristiana y de las órdenes a ella incorporadas, organizaciones empeñadas en el intento de reunir, educar y transformar a los hombres a través del espíritu y del alma y convertirlos en seres nobles capaces de servir y dominar, no por la sangre, no por la eugenesia sino por el espíritu y la educación.
Congregaciones como las de los benedictinos, los dominicos, los jesuitas, los franciscanos, que tienen varias centurias y que, tras tantos siglos han conservado su cara y su voz, sus gestos, su alma individual, a pesar de tantos desarrollos, corrupciones, adaptaciones y violencias, vienen a constituir el fenómeno más señalado y asombroso de la Historia.Hermann HesseLa pregunta que surge es: ¿frente a una sociedad colombiana signada por la desigualdad, la intolerancia, el irrespeto y la insensibilidad, no es hora de crear a nivel académico la cátedra de ética colonial, revigorizando el clamor de la palabra y la eficacia del gesto, con la cruz del compromiso a la misión recibida, tal y como lo hiciera Montesinos, Bartolomé de Las Casas, o Gerónimo de Mendieta, y en otro escenario Francisco de Vitoria, para que el hombre fuera más hombre y el mundo más mundo, hoy cuando las tinieblas del esplendor mundano y el poder que desintegra 105 hombres no logran percibir el mensaje de la utopía cristiana