A la espera de células madre La lesión medular le bloqueó las conducciones cardíacas, respiratorias y abdominales; perdió el movimiento de sus miembros superiores e inferiores; su diafragma no se movía al respirar; no tenía control sobre sus esfínteres; padeció de episodios de tromboflebitis y de infecciones urinarias y pulmonares; se trasladaba en silla de ruedas, su cabeza permanecía inmovilizada, y vivía conectado a un ventilador que les daba aire a sus pulmones; perdió casi toda su masa muscular; sus huesos se descalcificaron; se le veía con un equipo permanente de enfermeras que vigilaba sus constantes vitales, y con su compañera Dana Morosini. Christopher Reeve vivió en esas condiciones desde el 27 de mayo de 1995, cuando, a sus 45 años, no se pudo levantar tras un accidente de equitación en el campo de exhibición de Commonwealth Park, en la localidad de Culpeper (Virginia), al salir despedido de su caballo Back, en el momento en que éste frenó ante el tercero de los doce obstáculos que debía superar. El cuerpo de Reeve se golpeó contra la barra de salto y cayó de cabeza con sus 92 kilos de peso. La consecuencia no pudo ser peor: se partió la primera y la segunda vértebras. Desde aquel día quedó cuadripléjico.