DON DE LA RENUNCIA, EL

Los versos de Juan Felipe Robledo quieren alcanzar esa condición de la música callada de San Juan de la Cruz, el goce silencioso de un pensamiento.

Por ejemplo dice: La morosa delectación con que una frase se extiende hasta el infinito: y se siente que la poesía queda comprendida entre las artes sensuales; la caricia del verso en el oído, la certeza mental de que su eficacia es inagotable, entran en el censo de los placeres carnales, y el hedonista Juan Felipe, amigo de Anacreonte y de Teócrito, amigo del teólogo que sabe hallar también a Dios en el demorado deleité de las cosas del mundo, menciona Esa dichosa manera de estar allí, como lo está la música o el sabor de una fruta.

Una frase se extiende hasta el infinito
Por William Ospina

Correspondencias para un escritor de fondo

Oración

Calma después de la tormenta

Arcadia callada

Vindicta

Giro

Nube para un caminante

Una sombra que canta

Animal para una fiesta

Tonada de finales de mayo

Contra la interpretación

Correspondencias para un escritor de fondo

Así se puede existir

Busca esta tarde un bendecido acento

Inexistente caravana

Por las rutas del desierto azul

Pequeño himno

Si de nuevo se hicieran a la mar

Por las rutas del desierto azul

Amado rostro

De unos jinetes

Mano tendida

Silencio que espanta

Confusa cercanía

Muchacha para el aire

Del suave olvido

Del suave olvido

Un corazón de alcanfor

Entre duelas

Historia

Preterición de la dicha

Analecta

En tanto (I)

En tanto (II)

Salto vacuo

Una débil llama

De un perdulario a medias

Llanto sin nieve

Remembranza

De la salvación por las obras

Luciente engaño

Matutina

Zoológico

Interludio

Lluvia temprana

Acertijo

Deseo

Destrucción de una capilla

Resguardo

El don de la renuncia

Reflejo

Como haciendo la siesta

El don de la renuncia

Alegría sin motivo

Ritual

Las cuatro de la tarde

Bajo el árbol

El pulmón atávico del mundo