En el año 2006 se conmemoraron treinta años de la muerte de José Lezama Lima (1910-1976) y es ya tiempo de reabrir con estudios menos urgidos y para reconsiderarlo, como idea panorámica y universal del arte literario.
Desde 1957 Julio Cortázar había detectado el fenómeno y compartió con Lezama Lima el apoyo y admiración que le despertaba su obra, aunque sólo hacia 1964 y con la fama de Cortázar ya consolidada, fue lanzado Lezama por el desafiante ensayo del argentino sobre su obra publicado en aquel libro de Cortázar titulado La vuelta al día en ochenta mundos.
Al tiempo, Emmanuel Carballo se pronunciaba en Méjico y, de inmediato, una numerosa multitud en las capitales de América se creyó en posesión de tantas versiones sobre la intimidad de Lezama, como abanderado de una revolución sexual, que le hacía rechazar la supuesta densidad hermética de una prosa capaz de acercar a una misma dimensión polos que parecerían irreconciliables, como Miguel Ángel Asturias y Julio Cortázar y que renovó, quizá más allá, los horizontes de posibilidad visionaria de la poesía y, tanto como ellos, la correlación viva entre destino y poesía.
Este libro aborda de forma novedosa la relación de Lezama Lima con su discurso poético, una relación que más allá de la retórica está ligada a la imagen en la historia. Pese a ello, la relación existente entre teoría y práctica o poesía y destino es rotunda en la escritura lezamiana.
Cuando Lezama firma los últimos capítulos de la La cantidad hechizada (hacia 1961) hay ya, con todos los contratiempos y la propaganda mundial adversa, una nueva Cuba.
Él mismo ha conseguido el espacio correspondiente en la organización de la tribu, por lo que deja de ser el subterráneo poeta varias veces hermético y el conspirador de revistas tan significantes como sufridas para convertirse en el director de publicaciones de la revolución.
Este libro aborda de forma novedosa la relación de Lezama Lima con su discurso poético, una relación que más allá de la retórica está ligada a la imagen en la historia.
Pese a ello, la relación existente entre teoría y práctica o poesía y destino es rotunda en la escritura lezamiana. Cuando Lezama firma los últimos capítulos de la La cantidad hechizada (hacia 1961) hay ya, con todos los contratiempos y la propaganda mundial adversa, una nueva Cuba.
Él mismo ha conseguido el espacio correspondiente en la organización de la tribu, por lo que deja de ser el subterráneo poeta varias veces hermético y el conspirador de revistas tan significantes como sufridas para convertirse en el director de publicaciones de la revolución.