Después del terremoto de 1994 que tuvo lugar en el Cauca, muchas familias de la población Nasa se vieron obligadas a salir de sus comunidades de origen y reubicarse en otras áreas del departamento donde el Estado colombiano les proporcionaba tierra(s) y vivienda(s). Llamando la atención sobre cómo los desastres ofrecen la oportunidad a las comunidades para rehacerse y redefinir sus prioridades, Gow examina cómo tres diferentes comunidades, establecidas después del terremoto, se debatían entre visiones contradictorias sobre el desarrollo. Muestra cómo cada una de ellas replanteó nociones tradicionales sobre el desarrollo y fueron más allá de la obsesión miope de aliviar la pobreza, a demandar una Colombia más inclusiva que tratara a toda su gente como ciudadanos con plenos derechos y responsabilidades. A través del trabajo de campo etnográfico que llevó a cabo anualmente entre 1995 y 2002 en el Cauca, Gow compara los planes de desarrollo de las tres comunidades, examinando tanto los procesos de planeación como los planes en sí mismos y logra demostrar que no hay un único enfoque indígena de desarrollo ni de modernidad. Describe las diferencias que encuentra sobre cómo define y emplea el concepto de cultura cada una de las comunidades, cómo ligan su interés en la cultura a la reconstrucción económica y política y cómo buscan reafirmar sus propias prioridades a la vez que hacen uso de los recursos existentes para el desarrollo puestos a su alcance. En última instancia, Gow argumenta que la visión moral que promueve el movimiento indígena, sumada a la importancia cada vez mayor que le adscribe a los derechos humanos, ofrece una fructífera forma de pensar el desarrollo: no tanto como un proceso de integración a una modernidad rígidamente definida sino como una modernidad crítica que se basa en una política radical de ciudadanía inclusiva.