El uso ofensivo por parte del Ejército Nacional se expresó en un contexto asimétrico, que involucró enfrentar una violencia proveniente de amenazas multicriminales y con variables muy particulares para la conducción de hostilidades, pero bajo el respeto de los Derechos Humanos y los principios del Derecho Internacional Humanitario. La legitimidad fue y es el centro de gravedad del accionar del Ejército, a pesar de lamentables episodios aislados que deberán ser investigados, juzgados y sancionados.
La guerra lastimosamente es el escenario de error y del horror. Por eso, la única causa justa para que un ejército actúe siempre será la paz. Ningún ejército hubiera podido sobrevivir 53 años de guerra, sino lo hubiera acompañado en su propósito el pueblo. Esto puede verificarse luego de tantas décadas, cuando las estadísticas en ciudades y campos prueban que la institución más confiable para el colombiano de a pie son sus fuerzas militares. Sin una ofensiva militar amparada formal y realmente en el marco jurídico nacional e internacional sería una utopía soñar con un futuro escenario para propiciar la construcción de una paz estable y duradera.