Sin que nada de lo que se escribe, reproduce o rememora se muestre ajeno al quehacer jurídico. Sobre temática tan atrayente y rica es mucho lo que está y queda por fuera. No tratamos de ser exhaustivos, empresa por demás imposible, sino de aproximarnos a la selectividad; se quiso dar un primer paso y creemos haberlo hecho con acierto. Otros, o en otra ocasión nosotros mismos, avanzaremos un poco más y con mayor fortuna. El único mérito que reclamamos con este trabajo, será el de la búsqueda optimista y amorosa de materiales que todo abogado quisiera tener a su disposición. Siempre hemos creído en el valor inmenso de la creación, que se lleva el supremo reconocimiento, pero tampoco dejamos de lado la gran consideración que merece la divulgación. Sin su concurso, aquella puede pasar desapercibida, ignorada y hasta sumirse en el olvido o el desconocimiento. Y esta segunda apreciación causa inocultable dolor pues equivale a condenar el esfuerzo intelectual a un estéril fin y a un esfuerzo fallido. Conviene, entonces, airear todo lo bueno, lo malo o lo regular de la abogacía, confiados en que todo ello redundará en beneficio de la misma y en la vigorización espiritual de sus portavoces, o de aquellos que, dedicados a otros menesteres, quieren saber como somos los abogados por dentro.