Descartes contemplaba, al formular el problema de filosofía y la moral provisional, la posibilidad de retornar la unidad a la libre voluntad en el propósito inicial de examinar, conforme a su propio juicio, aquellas opiniones que por comodidad metodológica habían sido eximidas del ejercicio dubitativo, porque tarde o temprano debían padecer los efectos valorativos con que el sujeto del juicio habrían de sustentar su condición fundativa en el proceso del conocimiento. Sin embargo, al aplicarse a dicho examen, descartes decide, para las opiniones amparadas en la moral provisional, el mismo tratamiento dado a aquellas otras que habían sido sometidas al rigor de la duda metódica, con la cual el mundo de la opinión queda identificado por la unidad que le confiere su reducción a res extensa.
La moral deja entonces de ser provisional y adquiere, por ello mismo, el carácter de absoluta en la modesta condición de fidelidad y obediencia a que relega Descartes el papel del filósofo de carne y hueso. En oposición a todo esto, la reflexión que aquí es puesta a consideración del lector quiere rectificar la formulación del problema de la filosofía y la moral provisional acudiendo al platonismo para cubrir la insuficiencia, en la filosofía de Descartes, de una actitud política comprometida. De conformidad con ello se propone una nueva lectura de la tesis del filósofo-gobernante.
