Mucho se ha escrito, en el pais y en el mundo, sobre las llamadas medicinas alternativas, que el autor creativamente equipara a las alternativas para la salud, y es probable que la literatura mundial sobre el tema siga nutriéndose con abundancia por mucho tiempo más.
También es cierto que quienes han escrito sobre esta cuestión, médicos o no, han oscilado desde la aceptación lisa y llana de estas supuestas prácticas curativas, hasta su rechazo total, incitando, a veces, a ejercer acciones severamente punitivas para aquellos que osen practicarlas.
En síntesis, pareciera que sobre las medicinas alternativas no puede haber términos medios: o el cielo o el infierno.
Sin embargo, a medida que avanzamos en la lectura de la obra, observamos que su autor, con destreza y coraje envidiable, comienza a poner paños fríos a los que las enaltecen y a los que las detractan, a los que las rechazan y a quienes las aceptan sin restricciones.
Lo hace con solvencia y desde una posición de privilegio. En efecto, Alejandro Bevaqua, además de médico, es especialista en medicina legal, tradicional bisagra entre la Medicina y el Derecho.
Él conoce de leyes, de normativas para los médicos, de las que hacen los médicos y de las que hacen los abogados. En resumen, se desplaza con solvencia en ambas disciplinas, y su visión, por este motivo, tiene un incalculable valor.
A través de sus capítulos, se advierte que el autor cita, con agudeza singular, los factores que favorecen el éxodo de pacientes desde la medicina tradicional hacia las medicinas alternativas.
