A mi obra sobre las normas se le ha reprochado con frecuencia desde la praxis que su extensión impide su buen aprovechamiento. Se libró del reproche de que no hubiera nada aprovechable en ella. Sin embargo, reconozco por completo la justificación del primero de los reproches mencionados, en la medida en que proviene de una praxis sobrecargada -y sólo en esa medida-. Pues de acuerdo con lo que he observado, nuestra praxis lee demasiado poco, y carece de interés y costumbre para seguir los avances de la ciencia. Sin embargo, mi cometido fue el de, en primer lugar, colocar una nueva base para el trabajo científico. Para ello necesité una amplia fundamentación.
Ahora, una vez que la obra ya está concluida y que cabe afirmar que es muy distinto el rostro adquirido por la teoría de la culpabilidad, es para mí una necesidad dibujar para los señores de la praxis y sus sucesores en el cargo este rostro en sus rasgos característicos, tal y como se me ha descubierto en más de cincuenta años de estudio, en veinte de los cuales también ejercí como juez. Es ésta la única finalidad que persigue este pequeño libro.