Los seres humanos vivimos en constante evolución, en permanentes cambios, que algunas veces se dan en forma más lenta, mientras que en otras suceden más aceleradamente. El pasado siglo ha sido, en mi opinión, el período histórico en que esa evolución se ha hecho más evidente.
Basta, para entender ello, observar que, a comienzos del siglo XX, eran pocas las ciudades con servicio de luz eléctrica y aún no se conocía el automóvil. Pero en menos de siete décadas el hombre había hecho pie en la superficie lunar, y a finales del siglo pasado la computación, Internet y las demás innovaciones tecnológicas cambiaron radicalmente nuestro modo de vida y nuestras costumbres.